El ser humano es un animal social que, como otras especies de seres vivos, se agrupa en torno al individuo que demuestre ser más fuerte para proteger a los demás y conducirlos.
Pero es también racional, capaz de crear normas de comportamiento.
Es un animal socioeconómico, político, capaz de organizar la convivencia social sobre la base de normas del mercado de valores bursátiles, en el que el enriquecimiento de los más fuertes se invierte en la mejora de carreteras, hospitales, escuelas, investigación tecnológica, explotación de recursos energéticos, fundamentalmente petróleo.
Incluso es capaz de cuestionar la norma, y hasta la legitimidad de la autoridad que la promulga.
La "deuda pública" presiona la conciencia social de la clase trabajadora, cediendo libertad, a la espera de que quienes saben cómo hacerlo, inicien la revolución del siglo XXI, y exijan en la negociación colectiva el deber de inculcar en la médula de los globalizadores los derechos de los globalizados, a compartir el poder de organizar económicamente el patrimonio de la humanidad: justicia, tierra y libertad; trabajo, salud y solidaridad.
Los recursos personales (fuerza física, inteligencia, etc.), son diferentes. Con estos recursos diferentes se accede de distinta forma a recursos materiales. Estos se producen y se distribuyen de forma diferente.
Se usan recursos personales y recursos materiales diferentes; luego, la intensidad en el ejercicio del poder es diferente.
Cuando la intensidad en el ejercicio del poder de influencia coloca en situación de indefensión al destinatario, el ejercicio del poder se transforma en dominación.
Esta dominación a su vez, genera en el dominado insatisfacción, opresión. Estos sentimientos provocan rebeldía, crisis, conflictos… violencia.